Parque San Carlos

 

EDUARDO DEMACHY LLEGA A CONCORDIA

Aún no están del todo claros los motivos, pero Eduardo Demachy habría sido el designado por su padre, Carlos -un acaudalado banquero de París- para hacerse cargo personalmente de emprendimientos industriales familiares adquiridos en Concordia, en la década de 1880. Eduardo adquiere varias hectáreas de terreno en la zona noreste de la ciudad, sobre la costa del río Uruguay, donde manda a construir lo que será la mansión en la cual se instala con su esposa e hijo. Desde entonces, la estancia y la fábrica de conservas instalada en las proximidades, recibieron el nombre “San Carlos”.

CONSTRUCCIÓN DEL CASTILLO

La construcción de la mansión inició en 1886, culminándose la obra a mediados de 1888. Se alojan entonces Eduardo y su familia, quienes deseaban disfrutar de comodidades similares a las que tenían en su país de origen. La casona fue construida con piedras y diferentes materiales de la zona; además fueron traídos otros desde Europa y Norteamérica, junto a mobiliario de altísima calidad y novedosos artículos para equiparla. Debido a que todas las propiedades (el terreno, la fábrica y sus dependencias, así como la casona con sus equipos y mobiliario) habían quedado en garantía de varios créditos que Eduardo había solicitado, el banco las manda a remate para cobrarse las deudas del francés. Desde entonces, se suceden varias familias en la ocupación del Castillo -como propietarias o inquilinas según el caso- hasta que en 1928 es adquirido, junto con el terreno, por la Municipalidad de Concordia, que la alquila a otra familia de origen francés, los Fuchs-Valón.

SAN CARLOS Y EL PRINCIPITO

La familia Fuchs era integrada por el matrimonio y tres hijos. La señora Fuchs, aficionada al cultivo de rosas con las que embellecía su jardín, se dedicaba a la enseñanza del idioma francés y del piano, ya que era concertista.

Mario, el hijo mayor, se dedicaba a estudiar y acompañaba a su padre en las faenas del campo. Las niñas, Edda y Suzanne, de 9 y 14 años respectivamente, amaban las cabalgatas y disfrutaban de esta vida en contacto con la naturaleza.

Cierto día, las niñas observan que una avioneta desciende sobre un descampado muy próximo a San Carlos, y hacia allí se dirigen curiosas. El aviador no era otro que el también francés, Antoine de Saint Exupéry. Este encuentro marcará el inicio de una serie de vivencias extraordinarias para quien se convertiría, algún tiempo después, en un célebre escritor, que hasta el día de hoy el mundo reconoce por su obra cumbre: “El Principito”, una de las más leídas de todos los tiempos. Ya de regreso en Francia, “Saintex” -como le decían sus allegados- describe parte de esta experiencia en una nota periodística de 1932 titulada “Las princesitas argentinas” (así se refería a Edda y Suzanne), que será la base del capítulo “Oasis” de su libro autobiográfico “Tierra de Hombres”.

Quienes se han dedicado al análisis de “El Principito”, debido a asombrosas coincidencias han llegado a la conclusión de que, al menos gran parte de la obra, estuvo inspirada en ciertas.

características de los Fuchs-Valón -especialmente de Edda y Suzanne- y las vivencias que Saint Exupéry compartió con ellos en este “castillo de leyenda” donde vivían.

Tras ser desalojada por los Fuchs Valón en 1935, la mansión quedó abandonada, a merced de los saqueos y el deterioro. Así fue perdiendo su esplendor, hasta que finalmente un gran incendio, desatado por causas desconocidas el 25 de septiembre de 1938, la dejó completamente en ruinas.

EL CASTILLO HOY

Estas ruinas son oficialmente consideradas patrimonio cultural e histórico de los concordienses. Mediante consulta popular se decidió su Puesta en Valor y Consolidación, proyectada en 2008, concluyéndose los trabajos a mediados de 2013. El 12 de octubre de ese año fue inaugurada la obra y abierta al público.